Otilia Rojas es una voz incansable en la lucha por la deuda histórica. Con más de cuatro décadas de experiencia en el mundo laboral educativo, la docente normalista ha dedicado su vida no solo a la enseñanza, sino también a exigir justicia para quienes, como ella, han sufrido las consecuencias del traspaso forzoso de los educadores al sistema municipal en 1980.
—El traspaso fue brusco, sin consulta, obligatorio y sin apelaciones; no se podía decir nada, solo había que aceptarlo porque no había otra opción. A nadie se le ofreció la posibilidad de quedarse en el otro sistema. Creo que a todos nos afectó porque, antes de que nos traspasaran, ya estábamos con un déficit tremendo en nuestros sueldos. Desde 1974, se nos habían quitado los trienios, que nos daban un aumento cada tres años, y también un 25% sobre el sueldo base. Todo eso se nos quitó y nuestros sueldos bajaron considerablemente —recuerda, explicando que esta situación los dejó en una posición económica muy vulnerable.
A pesar de esto, ella continuó enseñando con dedicación ocultando sus dificultades y manteniendo una imagen de estabilidad frente a sus estudiantes.
—Los aumentos fueron mínimos y, desde entonces, los profesores continuamos ganando sueldos muy bajos. Como docentes, debíamos mantener un estatus frente a nuestros alumnos, proyectar una imagen de prestancia y no dejar ver nuestra precariedad. Prácticamente vivíamos en una pobreza disfrazada.
La vocación fue su inspiración y su incentivo. Sin embargo, al momento de jubilar fue cuando llegó para ella el gran golpe de realidad, enfrentándose directamente con una cotización insuficiente.
—La reacción más grande llega cuando te jubilas porque mientras trabajabas se notaba, pero no era tan evidente. Al jubilarte te enfrentas a una pensión miserable. Ahí es cuando sientes el gran golpe en tu vida, justo cuando más lo necesitas. Te quedas con las manos vacías en lo monetario, aunque el alma está llena de otras cosas. Es esto lo que te perjudica cuando eres mayor, más anciana, más adulta, cuando la salud no es buena y los años te pesan —expresa con dolor y crudeza, revelando la verdadera magnitud de esta injusticia salarial.
El activismo es para Otilia Rojas, una forma de protesta por todos aquellos profesores que están enfermos y postrados, ya que permite motivarlos para que se organicen, tengan acceso a la información y no se sientan solos. Como vicepresidenta nacional del Departamento de Profesores Jubilados (Deproj) y líder de los Profesores Jubilados de Talcahuano, ha trabajado incansablemente para organizar y movilizar a sus colegas jubilados de todo el país.
La comunidad cuenta con grupos de Facebook y WhatsApp con miembros del norte, centro y sur del país. Esta coordinación les ha permitido encontrar apoyo emocional y fortalecer la unión de un gremio que ha sido marcado por decisiones que se remontan a la dictadura militar.
—He conocido muchas historias de gente que vive muy mal su jubilación, gente que está sola, enferma y que a veces ha tenido que dormir hasta en el Hogar de Cristo —relata visiblemente afectada. Estas experiencias de vida han sido uno de sus motores fundamentales.
La labor de Otilia no se detiene ahí. En 2023, su compromiso la llevó a asumir un nuevo rol como vicepresidenta del Directorio Regional de la Región del Biobío del Colegio de Profesores, ampliando su influencia y visibilidad en la lucha por los derechos de los profesionales de la educación.
—El año pasado me invitaron a participar en el Colegio de Profesores. La verdad es que no era algo que tenía en mis planes, pero ellos valoraron el trabajo que uno hace en las redes y con los profesores jubilados —cuenta. Esta decisión se ha convertido en un paso que le ha permitido enfrentar desde dentro las problemáticas del sistema actual.
Este nuevo cargo le ha presentado retos inesperados, como la necesidad de mantenerse actualizada en un entorno educativo que ha cambiado drásticamente desde que se jubiló en 2017.
—Me he tenido que enfrentar a una realidad educacional totalmente distinta a la que tenía cuando me jubilé —confiesa. No obstante, su perseverancia y disposición para aprender le ha permitido seguir luchando con la misma fuerza que la caracteriza.
Pese a las numerosas promesas incumplidas por parte de sucesivos gobiernos, Otilia Rojas no pierde la esperanza. El compromiso reciente del Presidente de la República Gabriel Boric de darle una solución a la deuda histórica le ha brindado una cautelosa esperanza.
—Nos dijo que, para él, era una injusticia y que la quería pagar, pero estamos con las mesas, las promesas y los plazos agotados —explica, dejando claro que la desconfianza sigue presente. Para ella, esta causa va más allá de una cuestión financiera; es un conflicto por el respeto y el reconocimiento por una vida de servicio y dedicación a la educación.
Otilia Rojas no solo lidera una batalla por la justicia económica, también representa la dignidad y el espíritu inquebrantable de todos los profesores que dieron su vida al servicio. Su historia es un ejemplo de resistencia, una demostración de que, mientras exista voluntad, la batalla por los derechos no se puede dar por perdida.